El coraje nos viene innato
Los niños quieren saltar más alto, correr más rápido, lanzar más fuerte… Pero, a veces sin darnos cuenta, los adultos les cortamos las alas.
A menudo nos encontramos con niños con grandes alas, que se sienten capaces, y muestran facilidad por realizar todas aquellas actividades físicas que se les propone. Otras veces, encontramos niños con las alas pequeñas o incluso cortadas. Éstos no se sienten capaces de realizar ciertas habilidades como el resto de niños de su edad. Girar, correr, saltar, caer, nadar, entre muchas otras. Es ahí cuando su mirada habla, y manifiestan tristeza o rechazo por la actividad.
Es nuestro deber como adultos garantizar su seguridad, pero también su desarrollo. En la combinación de estas dos reside la clave del éxito.
Caer les enseña a caer, a poner las manos, a proteger la cabeza, a aprender cómo no hacerse daño. Nadar de forma prematura con autonomía, reduce exponencialmente el riesgo en el agua. Dominar tu propio cuerpo en relación al entorno, no es solo una placer, sino una necesidad. Si les alejamos de estos aprendizajes con el fin de protegerlos, vamos en contra de su voluntad innata y, por tanto, en contra de su desarrollo.
Algunos de los secretos residen en:
- Tomar conciencia de tu corresponsabilidad. Tú eres el protagonista de su desarrollo.
- Conocer las habilidades que existen para garantizar un aprendizaje global.
- Entender que cualquier momento y lugar es bueno.
- Ser su colchoneta quitamiedos.
- Decir menos “no” y más “sí”.
- Identificar las millones de oportunidades que existen. El mundo es una gran sala de motricidad.
La infancia es un estado de consciencia que termina el día que un charco es percibido como un obstáculo y no como una oportunidad. ¡Juega! El coraje nos viene innato.
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