Edades tempranas. Ahora o nunca
Siempre hemos oído decir que los niños son como esponjas cuando hablamos de aprendizaje. A los adultos, nos fascina la capacidad y agilidad que pueden tener nuestros hijos a la hora de aprender algo nuevo. Y es que, según palabras de Álvaro Bilbao “un bebé al nacer, cuenta con casi la totalidad de los cien millones de neuronas que tendrá cuando sea mayor” por tanto, tenemos que pensar en la cantidad de conexiones neuronales que hará en los primeros años de vida. Cada nueva conexión neuronal será una lección aprendida para nuestro hijo pero, ¿cómo podemos ayudar a nuestros hijos a generar estas conexiones neuronales?
Hay cientos de estrategias que los padres pueden utilizar para ayudar a sus hijos a conseguir un óptimo desarrollo cerebral. Nosotros, como especialistas, nos centramos en la actividad física como medio para generar nuevas conexiones neuronales. Estas nuevas conexiones provocan un efecto dominó en el cerebro de los niños. Es decir, a mayor número de conexiones más facilidad de aprendizaje en el sentido más amplio de la palabra.
Según palabras de Irene Esteban: “La actividad física estimula algunos factores implicados en la plasticidad cerebral, como el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF). Por lo tanto, ser físicamente activo puede tener efectos beneficiosos en el desarrollo cerebral, que a su vez, pueden desempeñar un papel clave en la cognición de los niños y adolescentes.”
Pero, ¿cómo afecta la actividad física a nivel cerebral? Numerosos estudios demuestran que existen diferencias entre el cerebro de una persona físicamente activa y una persona que no lo es. Francisco B Ortega sostiene que “el cerebro de personas que están en forma es distinto al cerebro de personas que no están en forma. […] Los niños con una mayor capacidad cardio-respiratoria tienen hasta más de 10 regiones del cerebro especialmente desarrolladas. La cantidad de materia gris en zonas críticas relacionadas con la capacidad ejecutiva, la lectura, la memoria de trabajo… están más desarrolladas en personas con buena forma física. Esto supone una mejor función cognitiva. A más condición física, más función ejecutiva en niños. Todo esto se traslada al rendimiento académico. Los niños que rendían más en las pruebas de condición física, también rendían más en tareas académicas, tenían mejores notas”. O lo que es lo mismo, a mayor actividad física, mejor desarrollo del cerebro y mejor función cognitiva, lo que ayuda en gran medida, a un mejor rendimiento académico.
La actividad física mejora el desarrollo cognitivo y el rendimiento académico. Según William Ramírez Silva cuando los niños realizan alguna actividad física fuera de los programas escolares, existe una tendencia a mejorar el funcionamiento cerebral logrando así, mejores niveles de concentración de energía, cambios físicos que mejoran su autoestima y un mejor comportamiento. Todo ello influye de manera directa en los procesos de aprendizaje.
Es importante, además, que todas estas actividades físicas se den dentro de un entorno de felicidad y motivador para el niño. Los aprendizajes asociados a un recuerdo positivo tienen un alto porcentaje de recuerdo. Está comprobado que si el niño aprende mientras se está divirtiendo es mucho más fácil que recuerde aquello en un futuro.
Por tanto, como padres, tutores y profesores, debemos aprovechar la energía de los niños canalizándola, de manera que se convierta en una actividad educativa. Además, un elemento clave es la diversión. ¡Házselo divertido y nunca lo olvidará!
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